De entre todos los libros dedicados a la "creación" de nuevos lectores (y creadores) de poesía, uno de los que me ha parecido más interesantes es el que hoy nos ocupa. EXPLORADORS, AL POEMA!, Estrella Polar, 2014.
Lejos de puntos de partida académicos, de esos que parecen más interesados en diseccionar en sílabas, acentos primarios y secundarios y otras formas de acercarse al poema que a los más jóvenes les puede parecer ciertamente acartadonas, su autor, Josep Pedrals, ofrece un planteamiento más sugerente y lúdico, enfocado según su autor a lectores adolescentes, pero que muy bien podría adaptarse también a los últimos años de primaria. Aunque la maquetación, muy vistosa, pueda darnos la impresión de que se prima la poesía visual, la experimental, el libro apela a todo tipo de poesía y también a muy diversos aspectos de la poesía, desde los juegos con el lenguaje, la relación de la poesía con nuestras actividades cotidianas, y la comparación de otros géneros, para que comprendamos lo mucho de condensación que tiene la palabra poética. Un ejercicio continuo de experimentación que apela a la literatura en general. Y de hecho creo que es tan válido como libro para fomentar la lectura de la poesía como para invitar a escribir poesía.
Hablamos con su autor, Josep Pedrals, poeta y divulgador de la poesía, cuyo mundo podéis explorar en https://joseppedrals.wordpress.com/. y en su perfil de Wikipedia: https://es.wikipedia.org/wiki/Josep_Pedrals_i_Urd%C3%A0niz.
"Més que un manual,
és un pedal", como reza en la contraportada. Toda una declaración de
intenciones. ¿De dónde surge la idea del libro?
Fue una
propuesta de la editora Liliana Pedro, que buscaba llenar un espacio vacío en
la trayectoria educativa de los lectores, ya que existen libros para desarrollar
la capacidad de leer y escribir poesía para niños y para adultos pero no había
ninguno pensado para el público adolescente.
Yo acepté
encantado y dimos un montón de vueltas al tema hasta encontrar la fórmula que
queríamos. Fue un proceso muy laborioso pero muy satisfactorio.
Una invitación a la
aventura con varias y justificadas escalas. Creo que incluso más que una guía
hacia el poema es una invitación a la creatividad en general que toma al poema
como excusa.
Porque la
poesía aúna todas las virtudes de las artes (es musical, visual,
intelectual...) y sirve de epíteto para valorarlas a todas en su inspiración.
Uno de los ejercicios
invita a jugar con los diminutivos. De estos creo que se ha abusado en demasía,
¿no?, y a veces parece que sean la seña de identidad del poema para niños.
Pienso en la parodia de Gloria Fuertes por Martes y 13.
El juego con
los diminutivos está pensado, precisamente, para desacralizarlos: se trata de
ver quien consigue añadir más sufijos a una palabra; es un concurso de
exageración.
Muchos de
los ejercicios intentan quitar el peso del significado, el peso semántico, para
moverse por las diferentes fuerzas de la herramienta lingüística con toda
libertad.
"Tesoro
inexpugnable, incógnito y lejano, custodiado por guardianes. ¿No tiene la
impresión de que muchas veces esos guardianes han hecho, consciente o inconscientemente,
del poema algo más inexpugnable de lo que realmente es y que muchos posibles
lectores han desistido del intento de franquearlo? ¿No se contribuye a agrandar
el tópico de la dificultad de la poesía? ¿No cree que muchos poetas creen que
el mérito de la poesía es tratar de ser oscura, de no hacerse entender?
A veces, al
poeta le hace falta acotar muy bien lo que tiene que serle poesía y lo que no,
siente la necesidad de fijar unos límites, desde los que ensalzar y
menospreciar, imitar y desoír, sentirse cómodo y afirmarse. En esta decisión se
crean torres de marfil y campos abiertos.
No querer
ser un poeta fácil es una decisión arriesgada (porque puede aislar), pero
totalmente lícita. El hermetismo es una opción que aparece durante el trabajo
de la voz propia, de la codificación personal de la lengua de todos.
Además, ni
toda la poesía debe ser para todos los públicos, ni todos los poetas tienen que
tener unas mismas finalidades al escribir.
Un ejercicio invita a
explicar un proceso cotidiano en pequeños episodios. Es una propuesta para
reflexionar sobre cosas que hacemos casi de forma involuntaria. En este caso,
cepillarse los dientes. Este ejercicio va más allá de la propia poesía. ¿Cómo
sabemos qué es el poema? ¿Qué constituye el ideal del poema? Me imagino que
usted mismo tendrá una respuesta personal para ello y que le concede el derecho
a cada lector a tener la suya. ¿No?
El ideal del
poema está en constante evolución, en perpetuo movimiento, dentro de cada
persona que quiere poesía: no hay un dogma petrificado sino una bellísima
constelación orgánica.
El libro,
precisamente, pretende que cada uno, al final, se sienta capaz de crearse su
propio ideal, de sentirse seguro en su criterio poético y en su capacidad de
dudar.
Cuando alguien le dice
no me gusta la poesía, ¿no le dan ganas de preguntarle a qué poesía te
refieres? Parece que en la educación se escogen poemas más por su interés
histórico que por la motivación hacia las edades de los niños o adolescentes.
Hoy en día,
ya nadie me dice que no le gusta la poesía. No sé si es por deferencia, por
miedo a que le dé la tabarra o por puro desdén. De hecho, hay que estar muy
enfermo humanamente para que no te guste ningún tipo de poesía.
A mi
parecer, la educación literaria tendría que ser el fundamento de la educación
lingüística, es decir, que habría que basar el conocimiento de cualquier lengua
en sus expresiones literarias, en los hallazgos expresivos que la osadía de la
necesidad poética consigue descubrir y exhibir.
"Podemos relacionar
la historia general, de todos, con nuestra vida más íntima, y decir las épicas
colectivas a partir de nuestros minutos." Hay quien relaciona el yo y el
nosotros con la poesía. La poesía con los sentimientos, con la biografía. Como
un capricho de adolescencia que conviene abandonar de adulto. Y eso parece que
estigmatiza la obra de poetas como Rubén Darío o Bécquer, por ejemplo. Nos
acordamos del Darío de "La princesa está triste" en vez de retomarlo
de adultos con poemas como "Lo fatal". Pocos vuelven a Darío después
de la etapa escolar para preguntarse cosas como: "Juventud, ¿fue juventud
la mía?".
A parte de
que todos los autores sufren un estigma u otro, la pérdida de intereses en la
madurez no es sólo literaria...
También hay
que recordar que algunas sensibilidades se sienten cómodas fundamentalmente en
los versos cándidos y canoros.
En el libro propone
resumir cuentos. Por ejemplo, resume la Caperucita roja en dos versos, que
traducido vendría a ser: "Una muchacha por el bosque campa, / un lobo
disfrazado se la zampa." No es un mero resumen, es una recreación, que
invita a reflexionar, practicándola, la concisión de la poesía y el contacto
entre registros. ¿La recreación es una gran herramienta que hermana lectura y
escritura, no?
La
comprensión de cualquier cosa (el haber entendido algo) se demuestra, básicamente,
en la capacidad de interpretarla, de expresarla de un modo nuevo o propio.
El objetivo
de este ejercicio es el de discernir por cuenta propia qué es lo que importa de
algún relato archiconocido y entonces demostrar esa aprehensión (que significa
haber re enlazado lo leído con nuestra propia experiencia) exteriorizándola con
una cierta gracia.
Otros ejercicios invitan
a modificar una palabra, una letra. Decía Auden que como lectores en nuestra
infancia somos aquellos que gozan poniéndole un bigote a la Gioconda. ¿Va en
esta línea, pero también es una forma de constatar que el poema tiene unas palabras
y no otras por algún motivo?
Exactamente,
tiene doble finalidad: el cambio como libertad que ensaya novedades y el cambio
como confirmación de una alteración sustancial.
Lectura silenciosa o
lectura en voz alta. Imagino que el poema y el lector son muy diferentes en una
y otra. Por las noches acostumbramos a leer un cuento a los niños. Rara vez un
poema, como mucho un cuento en verso. ¿A qué cree que se debe? ¿Qué podría
aportar el poema a ese instante de intimidad entre padres e hijos?
Supongo que
el cuento infantil contiene los elementos idóneos para los varios objetivos que
buscamos en la lectura de cuna: hilo narrativo sin rodeos (presentación, nudo y
desenlace), personajes arquetípicos, analogías simples, actitudes ejemplares,
fomento del adormilamiento...
La lectura
de poesía podría aportar un montón de dinamismo a la estructuración cerebral
del niño. El lirismo desbocado o la épica tremebunda abren la imaginación hacia
espacios de visión más amplia y la libertad expresiva lleva al talento por la
adaptación y la transformación.
¿Cuál sería en su
opinión el papel de los padres en la educación poética de los hijos, como
lectores y como creadores? Y se lo pregunto también más allá de los versos,
¿cómo fomentar una visión poética del mundo?
Dudo que exista
una fórmula secreta para educar poéticamente. Sobretodo, si hablamos de “lo
poético” en abstracto.
La
paternidad es una adecuación constante a nuevas reacciones, nuevas necesidades,
nuevas actitudes, y la poeticidad de cada uno aparece en su manera de actuar
frente a estos retos incesantes, en la forma como pasa sus ratos con los hijos,
en su modo personal de vivir en paz en el mundo y con el mundo.
De hecho, incluso
hay unas poéticas (la del vacío, la soledad o el silencio) que se descubren sin
padres, ni madres, ni nadie.
Y la pregunta que tal
vez debiera haberle hecho al principio: ¿Cómo fue usted como niño lector, qué
recuerdos tiene de esos inicios y de su evolución y cómo la necesidad de leer
pasó a ser también la de escribir poesía?
Mi padre es
un gran lector de filosofía y, por lo tanto, de vez en cuando dejaba la lectura
en suspenso para reflexionar sobre lo leído. Yo funcionaba por imitación y leía
pensando alrededor de aquello que me caía a las manos, con lo cual empecé a
analizar sin querer la expresividad, la articulación...
Al percatarme
de los formalismos y repetir pasajes sin finalidad alguna más allá del valor de
un estribillo, se fue despertando en mí la fluidez natural de la musicalidad y
el gusto por la floritura.
Por todo ello,
en el mismo momento que aprendí a escribir, intenté utilizar esa nueva destreza
para regalarme en lo que me gustaba.
¿Alguna recomendación
bibliográfica para padres, teórica o práctica?
La Gramática de la fantasía de Gianni
Rodari.
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